Hace unos días estuvimos en un restaurante de comida rápida (hasta el propio Dr. Grande Covián reconocía llevar a su nieto de vez en cuando) un sábado a la hora de comer y presenciamos la siguiente escena: una familia formada por el padre y la madre, ambos de treinta y tantos, y dos niños, de unos cuatro y seis años estaban disfrutando sus menús. La madre no soltó el móvil de la mano prácticamente durante toda la comida y el padre lo dejaba sobre la mesa, pero lo consultaba constantemente y volvía a dejarlo. Los niños, además de comer, jugaban cada uno con su juguete, de esos que regalan con los menús infantiles.
De vez en cuando, los niños se dirigían a sus padres, preguntaban algo, querían enseñarles algo de sus juegos... Intentaban llamar su atención. Lo más que recibían era un monosílabo por respuesta que les daba el padre, sin apartar la vista de la pantalla. Uno de los niños se dirigió insistentemente a la madre, que acabó diciéndole: "No seas pesado". Durante todo el tiempo que estuvieron allí, los padres siguieron con sus móviles y los niños con sus juegos. Lo que no sabemos es si la autoestima de los niños habría mejorado en ese rato, pero muy probablemente no.
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Esta escena no es, ni mucho menos, inusual. Este verano la hemos visto también en parques, playas, piscinas..., lugares y situaciones que podrían servir para una convivencia real entre padres e hijos. Y nos dio que pensar en el ejemplo que están dando esos padres a sus hijos, respecto a qué es más importante: jugar con ellos o atender al móvil. Los niños de esa edad no lo verbalizan, ni parecen darse cuenta, pero están interiorizando la forma de actuar de quienes suelen ser sus principales referentes en la primera etapa de la vida. Además, están observando constantemente a los adultos de su círculo más cercano y copiando consciente o inconscientemente las actitudes de las personas con quienes se sienten más unidos. Es un aspecto fundamental en su aprendizaje. Probablemente llegará un día en que esos niños tengan cada uno su móvil y no atiendan a sus padres cuando estos les pidan que hagan los deberes, que recojan su habitación, que ayuden a poner la mesa...
Por otra parte, está comprobado el uso excesivo del móvil que hacen muchos preadolescentes y adolescentes (y muchas personas no tan jóvenes). Mostrar a los niños pequeños que un smartphone es un aparato que hay que estar mirando constantemente e interactuando con él, más que con las personas, es una buena manera de acercarlos a esa actitud que puede terminar en una auténtica adicción.
Ya hemos dicho alguna vez en este blog que las tecnologías frecuentemente te acercan a quienes tienes lejos, pero te alejan de quienes tienes cerca. Recuerda, además, que la mejor educación es el ejemplo.
Clínica Panaderos - Área de Psicología
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