domingo, 29 de enero de 2017

Propósitos de Año Nuevo: ¿Todavía te duran?

Han pasado pocas semanas desde las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes, días proclives a los propósitos de siempre: dejar de fumar, adelgazar, hacer más ejercicio, leer más y ver menos la tele... Propósitos que duran lo que duran. Según algún estudio, hay muchos propósitos que duran unos 12-15 días. Otros, un par de meses. Como muestra, respecto a hacer ejercicio, enero es el mes en que más personas se apuntan al gimnasio. En marzo, la mayoría de los que se apuntaron en enero ya lo han abandonado. ¿Y por qué se produce este abandono?

Hay diversas causas, pero la más importante es que los propósitos son algo muy general y bastante impreciso. Por ejemplo, si tu propósito es "tengo que adelgazar", puedes adelgazar 50 gramos o 10 kilos. En ambos casos habrás cumplido tu propósito, pero es muy probable que, si adelgazas 50 gramos, no estés satisfecho con tu logro. Para incrementar las posibilidades de conseguir esos propósitos, debemos transformarlos en objetivos operativos, mucho más concretos. Deberías saber cuánto quieres adelgazar, en qué plazo y si es un objetivo realista, para lo cual puede ser conveniente una consulta a tu médico. No todas las dietas son iguales ni el ritmo de adelgazamiento es el mismo para todos. Siguiendo la misma dieta, no va a adelgazar lo mismo una persona que pese 110 kg que otra que pese 56, evidentemente. Además, lo más importante es tu salud y, en eso, los profesionales podemos ayudar más que los consejos de amigos, familiares o compañeros de trabajo. Y recuerda, además, que en cuestión de pérdida de peso, los Reyes no existen.
¿Te hiciste demasiados propósitos?

Pero bueno, lo de la pérdida de peso es solamente un ejemplo, por ser uno de los propósitos más deseados y, también, que antes se abandonan. Ya hemos dicho que los propósitos se deben concretar en objetivos  más operativos, esto es, realistas, medibles, con plazos concretos y se deben formular por escrito para tenerlos presentes. También es una buena idea compartirlos con personas cercanas y, si es posible, que tengan el mismo objetivo. Es más fácil lograr un objetivo compartido que si lo haces solo tú y lo mantienes en privado. El apoyo y la motivación de otras personas en momentos de pereza pueden ayudar a vencer esa resistencia que nos hace abandonar los propósitos de año nuevo.

Así que, si este año, como muchos otros, tu lista de buenos propósitos va quedando relegada y sientes, como en muchas otras ocasiones, cierta frustración por no haberlos alcanzado, te recomendamos que retomes esa lista, ya sea física o mental, y hagas lo siguiente:


  • Elige uno solo de esos propósitos. Puede ser el que más frustración te cause, el que sea mejor para mejorar tu salud, o el que más te motive. Y mejor si es uno que reúna esas tres características.
  • Formúlalo por escrito en términos alcanzables, medibles y no demasiado ambiciosos. Recuerda: no "hacer deporte siempre", sino "caminar media hora tres días a la semana los próximos tres meses". 
  • Compártelo con amigos y familiares. Podrán recordártelo y, si alguien se anima a hacerlo contigo, te será más llevadero estas primeras semanas.
  • Tenlo a la vista: cuélgalo en una nota en un lugar visible, o configura recordatorios en tu móvil para que los primeros días "no se te olvide". Hay aplicaciones muy interesantes para que tu smartphone te ayude.
  • Fija un "disparador": un momento que se repita diariamente. Por ejemplo, cuando hayas jugado con tus hijos, antes de cenar, o cuando saques a pasear al perro... Un momento que sepas que va a pasar y que es adecuado para que te acuerdes de cumplir tu propósito. 
  • No abandones si un día no puedes cumplirlo: si por circunstancias no puedes caminar media hora, mejor camina diez minutos en lugar de decir: "mañana salgo". Cumplir un poco menos es más positivo que posponer. Anota en un calendario los días que realizas la actividad que te has propuesto, para poder hacer un seguimiento de tu desempeño.
  • Prémiate si lo vas consiguiendo y, una vez tengas consolidado tu objetivo, sube un poco el listón: tres veces a la semana 45 minutos de caminata, o sigues con media hora, pero cuatro días. Si has logrado lo primero que te propusiste, serás capaz de conseguir un poco más. 
Y si, por lo que sea, no consigues ese primer objetivo, no es necesario que esperes al próximo Año Nuevo. Comprueba si necesitas reformularlo y el primer día del próximo mes, por ejemplo, puede ser un buen día para empezar con más fuerza. Si ya tienes la intención de mejorar, solo necesitas dar un primer paso. Y luego otro...


domingo, 15 de enero de 2017

De niño mimado a tirano (y III): ¿Y si ya lo tenemos en casa?

En De niño mimado a tirano (I) hablábamos sobre las características de aquel y en qué momento traspasa el límite y se vuelve un tirano. En la segunda entrada sobre este tema tratábamos de dar pautas para evitar que se produzca esa transformación. Ahora tenemos que hablar de qué hacer si el niño ya es un tirano, si ya lo tenemos en casa y estamos, o él cree que estamos, bajo su dominio.

Cuando el niño o adolescente ha empezado a ejercer cierta violencia filioparental, ya sea psicológica, o incluso física, es evidente que hay que hacer algo. Y hacerlo pronto. Gritos, golpes o patadas a las puertas, sillas y otros muebles, dan paso a insultos, amenazas y pueden llegar a las agresiones físicas. Y son, por tanto, los primeros indicios inequívocos que de hay que actuar. Como ya dijimos anteriormente, el problema es serio. Según la Fiscalía General del Estado, se estima que en 2014 el 9% de los padres había sufrido alguna agresión física de sus hijos y cerca del 40%, violencia verbal o emocional. Y las más de 10.000 denuncias que, según algunas fuentes, se produjeron en 2015 por casos de violencia filioparental son la prueba de que es necesario hacer algo cuanto antes, para evitar llegar a estos extremos.

Imagen de es.123rf.com
Lo primero que tenemos que admitir es que la situación no va a mejorar por sí sola. El niño no va a madurar de repente, no va a volverse respetuoso y responsable de la noche a la mañana porque sí. Muchos progenitores se refugian pensado que son solamente signos de inmadurez, que hay que esperar y darle tiempo. Pero no es cierto. ¿Por qué habría de cambiar un niño al que así normalmente le va bien? Aunque tenga broncas y enfrentamientos, suele conseguir bastante de lo que persigue: le dan todos sus caprichos (o la mayor parte) y no le exigen responsabilidades. Así que, ¿para qué cambiar? Pero, tanto para su educación, como para la dinámica familiar, es imprescindible poner remedio a esta situación.

Lo segundo que debemos aceptar es que, si se ha llegado a estos extremos, muy posiblemente no seamos capaces de arreglarlo nosotros solos. En la mayoría de las casos hace falta pedir ayuda a un especialista, normalmente psicólogo o psicóloga con experiencia en niños, adolescentes y terapia familiar, que podrá orientarnos y realizar las oportunas intervenciones, las cuales habitualmente exigirán la implicación de toda la familia, pues quien está afectado no es sólo el niño, sino toda la unidad familiar. Y es posible que se haya llegado a esa situación límite, no sólo por el comportamiento de niño tirano, sino por la respuesta de los demás miembros de la familia a las constantes demandas de ese niño. Si no conocemos a ningún psicólogo especializado en estos temas, es muy posible que nuestro médico de familia pueda orientarnos para encontrar a la persona adecuada.

También es importante convencerse (a ello nos ayudará el especialista) de que no se trata de buscar culpables, sino soluciones. No es infrecuente que surjan tensiones entre los miembros de la pareja, sobre la actuación de uno de ellos en la educación del hijo: "Le has consentido demasiado, tenías que haber hecho esto o lo otro, lo has mimado mucho..." Eso sólo agrava las tensiones familiares y empeora el día a día, además de que normalmente no es cierto, pues estos casos no suelen ser responsabilidad de una sola persona. Así que, insistimos, no debemos buscar culpables, sino soluciones. El especialista nos ayudará a identificar las causas y, sobre todo, a encontrar las respuestas que debemos dar a las distintas situaciones que se nos vayan planteando en esta etapa de cambio y mejora.

Y, una vez hemos decidido hacer algo y pedir ayuda, debemos aceptar que no hay soluciones inmediatas y armarnos de paciencia, pues normalmente este problema se ha ido gestando a lo largo de años y la intervención familiar llevará tiempo. Con suerte, sólo unos meses, pero es posible que más. Además de esa paciencia también tendremos que mantenernos firmes: los cambios y actuaciones en que nos vaya guiando el especialista tienen que ser un compromiso a largo plazo. Normalmente las primeras semanas serán difíciles, pues el niño tirano verá amenazado su estatus y puede reaccionar enérgicamente. Pero, si nuestra respuesta es firme y decidida, acabará por ir modificando sus exigencias y adaptándose a una nueva dinámica familiar en la que ganará él y todo su entorno cercano.

Por último, en casos extremos, no quedará más remedio que pedir ayuda a los servicios sociales. Aun cuando pudiera parecer una solución impropia de unos padres o un fracaso, lo cierto es que, a veces, es la última salida para conseguir el bienestar de todos: el niño y sus familiares. Y para evitar llegar a ella es muy importante actuar cuanto antes, con decisión y acudiendo a quien pueda facilitarnos el proceso. No olvides que pedir ayuda no es una declaración de debilidad, sino un acto de valentía.

Área de Psicología - Clínica Panaderos