jueves, 14 de septiembre de 2017

Chavales: hora de limitar el uso del móvil (y II)

En la anterior entrada sobre este tema dábamos pistas sobre comportamientos que, en niños y adolescentes, no pueden indicar un uso excesivo de los dispositivos electrónicos, y de la necesidad de establecer reglas para que limiten dicho uso, en especial ahora, que terminan las vacaciones y vuelven las "obligaciones". Muchas de estas reglas surgen simplemente del sentido común como respuesta a la necesidad de fijar límites. Lógicamente, los niños y adolescentes al principio se rebelarán contra estos límites, pero si los hemos establecido con cabeza, acabarán aceptándolos y beneficiándose de ellos.

Deberíamos intentar que los menores consigan:

  • Un tiempo para cada cosa: la hora de los deberes no es para leer whatsapps, ni la hora de dormir es para ver vídeos en la tablet. La hora de comer o cenar en familia es la hora de hablar, comentar lo ocurrido en el día, conocerse, incluso discutir (educadamente). Así mismo, la hora de relajarse y jugar con el móvil es hora de eso, no de hacer otras muchas cosas a la vez. Hacer varias cosas a la vez, cuando no es necesario, puede perjudicar a su capacidad de concentración y facilitar la dispersión, puesto que no pasan mucho rato en ninguna actividad, sino que cambian constantemente de una a otra y luego otra... Así, en el campo se la Psicología se habla de la "monkey mind", como si nuestra mente fuese precisamente un mono inquieto que salta de un árbol a otro y es incapaz de estar un rato parado y concentrado en una actividad concreta.
    Imagen de New York Metro Parents
  • Un lugar para cada actividad: la cama de un niño o adolescente es para dormir, no para acostarse con el móvil o la tablet en la mano. Porque es fácil que acaben perdiendo horas de sueño, que al día siguiente afectarán a su concentración, rendimiento escolar e incluso estado de ánimo (cansancio, mal humor, etc.).
  • El móvil sirve para muchas cosas, pero...: recomendamos que tengan un despertador y una calculadora. Ya sabemos que el móvil tiene calculadora y la necesitan, por ejemplo, para los deberes de "mates". Y también puede usarse como despertador. Pero además tiene muchas otras funciones y, si queremos que el tiempo de deberes sea tiempo de deberes y el de dormir, para dormir, es mejor evitar la tentación de dejar a su alcance un móvil encendido mientras estudian o duermen.
  • Internet, a la vista: el ordenador principal de la casa debe estar en un lugar común y a la vista de los padres. Navegar en Internet para hacer las tareas o ampliar conocimientos no puede ser un pretexto para perderse por vete a saber qué páginas. Igual que ayudamos a los bebés a que empiecen a andar y luego a que, de niños, aprendan a andar en bicicleta, también necesitan ayuda para aprender a desenvolverse adecuadamente en un mundo digital que, además de ser en muchos aspectos maravilloso, es potencialmente peligroso.
  • El control parental, con respecto a los derechos de los menores, es no solamente una potestad, sino también un deber de los padres o tutores legales. El derecho a la intimidad no puede implicar que nos desentendamos totalmente de los posibles riesgos.
Con todo esto y después de haber observado atentamente durante unos días el uso de los menores hacen de los dispositivos móviles, es hora de establecer unas reglas que limiten y racionalicen su uso, para que su experiencia sea enriquecedora y carente de riesgos. Para ello, conviene hablar con ellos, de manera que se pueda llegar a un acuerdo, en la medida de lo posible. Pero dejando claro, si no hay acuerdo, que las normas las ponemos los adultos y queremos que, al menos, las entiendan y las cumplan. Y que las cumplan. Para ello, debemos fijar claramente las consecuencias del incumplimiento de esas normas, porque no sirve marcar unos límites si, cuando los transgreden, no pasa nada. Aunque el objetivo no debe ser castigar por castigar, sino corregir comportamientos inadecuados para ayudar a que lleguen al comportamiento adecuado.

Conviene también poner las normas y acuerdos por escrito, para que no se olviden, ni se relajen o se vayan modificando involuntariamente con el tiempo. Una buena forma es redactar una especie de contrato, que firmarán el padre y/o la madre, y los menores. Para los menores de 13 años la Policía Nacional propone que los padres y el menor firmen contrato dentro de un pacto familiar para el buen uso (seguro) de la Red y el móvil, que puedes ver aquí. Puede ser un buen punto de partida, aunque, para niños de menos edad, es recomendable simplificarlo para que sea más comprensible.

Por su parte, la Asociación Americana de Pediatría propone la creación de un "plan familiar para el consumo mediático" que se puede realizar utilizando su herramienta online (en español)[]. Entre las propuestas para adolescentes (13-18 años) señalan:

  • Crear zonas sin pantallas, como la cocina o el comedor, donde se realicen las comidas y cenas o reuniones familiares, totalmente libres de móviles y otros aparatos.
  • Que los dispositivos se recarguen en el dormitorio de los padres o en otras zonas comunes, pero nunca en el dormitorio de los adolescentes.
  • Crear horarios sin pantallas, como las comidas
  • Evitar usar dispositivos móviles o ver la televisión como mínimo una hora antes de dormir. Tampoco durante el tiempo de familia, en la escuela, mientras se hacen los deberes, mientras se cruza la calle, ni en el coche (excepto durante trayectos largos, siempre que, evidentemente, no se sea el conductor).

Algunas propuestas, como la de no usar el móvil durante los trayectos cortos en el coche, pueden ser discutibles, pero la mayoría son, simplemente, de sentido común. En todo caso, no podemos olvidar la importancia del ejemplo y, si queremos que nuestros hijos compartan con nosotros algún rato, sin las constantes interrupciones de sus móviles, hagamos lo mismo con el nuestro y apaguémoslo cuando ellos lo hagan. Entre todos es más fácil conseguir que los menores usen los dispositivos electrónicos para su beneficio, alejando los posibles riesgos.