lunes, 24 de junio de 2013

Fracaso escolar: ¿A la playa con los libros?

Muchos estudiantes de Primaria y Secundaria acaban de recibir las notas de final de curso. Y algunos, más de los que sus padres quisieran, han suspendido una o más asignaturas. ¿Cómo debemos afrontar esta situación durante el verano? ¿Debemos dejar que "descansen" unas semanas antes de empezar a estudiar para septiembre? ¿Hay que castigarlos?

Las situaciones son variadas, dependiendo de la edad del alumno, del número de suspensos y también -muy importante- de sus causas. A veces nuestros hijos no dicen la verdad para justificar su dejadez o su esfuerzo insuficiente. Otras, no conocen los criterios de evaluación, o los contenidos mínimos que tendrían que haber dominado para aprobar. En otras ocasiones, simplemente, son demasiado pequeños para poder entender estas cuestiones.
Por ello, el primer consejo, si nuestro hijo ha suspendido alguna asignatura en junio, sería hablar con el tutor o tutora, o con el profesorado de las asignaturas suspensas para saber las causas. ¿Se debe a un problema específico (diagnosticado o no) de aprendizaje? Si éste es el caso, entonces: ¿cuál es el problema concreto? ¿Qué se puede hacer para solucionarlo? Seguro que los profesores pueden encauzarnos hacia una solución o, al menos, darnos pistas que nos pongan en el buen camino. Además, no es infrecuente que un chaval, cuando suspende, se justifique mediante pretextos como: "La profesora me tiene manía", "casi todos los de clase hemos suspendido", etc., en lugar de admitir que no han estudiado, no han atendido ni se han comportado correctamente, o cualquier otro motivo que pueda acarrearles una bronca o un castigo. Todo ello puede aclarárnoslo el profesorado. La normativa establece un período de reclamaciones después de la entrega de las notas en junio. Y podemos aprovechar la ocasión, no sólo para reclamar (que también, si es el caso), sino para pedir consejo, orientación y ayuda.

Cuando los problemas de aprendizaje son complejos, puede ser necesario acudir a un profesional especialista en logopedia, pedagogía terapéutica, psicología de la educación, e incluso psicología clínica, para que nos oriente y, si es necesario, realice un diagnóstico adecuado (si no se ha hecho antes), así como un tratamiento para esas dificultades específicas de aprendizaje.

Si, por el contrario, el tutor o algún profesor señala la falta de trabajo, interés o esfuerzo del niño o adolescente, entonces el estudiante es responsable de sus suspensos y habrá que actuar en consecuencia. 
Imagen del sitio web del IES Ntra.Sra. de la Victoria

Otra cuestión es el número de asignaturas suspensas. Si sólo es una o dos, el verano puede bastar recuperarlas, dedicando el tiempo necesario. Si, por el contrario, el número de "insuficientes" es muy elevado, es posible que el niño no tenga bastante tiempo en verano para recuperarlas todas. Entonces, con el consejo del profesor, podemos decidir a qué materias vamos a dedicar más esfuerzo. Las dos asignaturas fundamentales, tanto en Primaria como en Secundaria Obligatoria son Lengua y Matemáticas. La primera, especialmente, es la que les sirve para poder estudiar todas las demás. Un alumno que no lee con fluidez y que no comprende lo que lee, ¿cómo va a estudiar? ¿Cómo va a poder extraer los contenidos fundamentales de un tema, hacer un esquema o un resumen, si no entiende lo que está leyendo? En cuanto a Matemáticas, la falta de agilidad en el cálculo, el desconocimiento de las tablas de multiplicar, contar con los dedos, etc., son problemas urgentes a solventar, si se quiere que se capaz de resolver problemas más complejos, tanto en el aula como en la vida real. Por tanto, si nuestro hijo ha suspendido varias asignaturas y, entre ellas están Lengua y Matemáticas, lo lógico sería dedicarles un esfuerzo mayor, no sólo por su valor en sí mismas, sino por su importancia como materias instrumentales para las demás. 

También conviene señalar que las lenguas extranjeras (inglés y francés son las más frecuentes) no son asignaturas que se puedan estudiar en unos pocos días antes del examen, pues hay que aprender una cantidad considerable de vocabulario (muchas veces más de 200 palabras) y eso no se puede hacer en un par de sentadas. Hay que ir aprendiendo unas pocas palabras cada día y repasando las anteriores.


Otro punto importante es decidir cuándo va a empezar a trabajar nuestro hijo o hija. La respuesta es sencilla: cuanto antes. Se pueden dejar tres o cuatro días para digerir el disgusto de los suspensos, la angustia, y establecer el plan de trabajo, pero es importante que el 1 de julio, si es posible, el niño esté ya empezando a trabajar. Es muy probable que los profesores le hayan mandado tareas de refuerzo, en cuyo caso hay que calcular bien el tiempo necesario para completarlas. Dejarlo todo para el final significa que va a hacerlo deprisa, probablemente mal, y no va a asimilar los contenidos correspondientes. Si tiene que entregar las tareas la primera semana de septiembre, es buena idea marcarse como tope el 15 ó 20 de agosto para que todo esté terminado. Y, además de realizar las tareas, tendrá que estudiar la materia correspondiente. Estudiar no es sólo comprender, también hay que aprender, interiorizar, memorizar y relacionar. Todo ello exige tiempo y esfuerzo. 


En cuanto al plan de trabajo, lo fundamental es que el niño dedique un tiempo suficiente y de "buena calidad": sin televisión, teléfono móvil, ni Internet. Sin prisas. A primera hora de la mañana, cuando no hace demasiado calor y no está aún cansado, se puede trabajar un buen rato. Y otro después de comer y descansar un poco, antes de bajar a la playa, a la piscina, o salir a jugar. Debería ser un trabajo a conciencia desde el primer día. Y que se planifique y lleve a cabo con la suficiente antelación para evitar que las inevitables distracciones del verano (las fiestas del pueblo, la visita de unos familiares, etc.,) hagan que se acerque septiembre sin tenerlo todo terminado y aprendido. Además, establecer un habito de trabajo le será muy útil, no sólo para aprobar en septiembre (si es alumno de Secundaria), sino para afrontar el curso siguiente con las habilidades necesarias para garantizar el éxito escolar. Por ello, es fundamental que las horas que establezcamos en nuestro plan de trabajo sean siempre las mismas (salvo imponderables), precisamente para fomentar la creación de ese hábito.

Es importante señalar que, aunque en Educación Primaria normalmente no hay exámenes de septiembre, no por ello tendrá que dejar de estudiar las asignaturas suspensas, pues esos contenidos que no ha aprendido, servirán de base para el curso siguiente, por lo que es fundamental adquirirlos.

Para terminar, es muy frecuente que los padres nos preguntemos: ¿profesor particular o academia? A veces no es necesario, pues el niño, con la ayuda y supervisión del padre, la madre, u otra persona cercana a la familia, puede apañárselas perfectamente. Pero, si no hay nadie en su entorno que pueda aclararle las dudas y controlar su progreso, nos vemos en la necesidad de acudir a alguien externo. En ese caso, a no ser que estemos seguros de que en la academia vayan a dar exactamente la materia que necesita el alumno (y, a ser posible, siguiendo el mismo libro de texto), un profesor particular puede ofrecer una ayuda mucho más personalizada, con un plan de trabajo y un ritmo a medida de lo que nuestro hijo o hija necesita para superar el curso holgadamente.

Recuerda que un fracaso escolar en junio no tiene por qué ser un fracaso definitivo. Puede ser un cambio de rumbo hacia el éxito escolar de este curso y de los siguientes. Aprobar en septiembre puede ayudar a mejorar su autoestima para que inicie el nuevo curso sabiendo que, si trabaja, lo conseguirá.

Clínica Panaderos - Área de Psicología