domingo, 15 de enero de 2017

De niño mimado a tirano (y III): ¿Y si ya lo tenemos en casa?

En De niño mimado a tirano (I) hablábamos sobre las características de aquel y en qué momento traspasa el límite y se vuelve un tirano. En la segunda entrada sobre este tema tratábamos de dar pautas para evitar que se produzca esa transformación. Ahora tenemos que hablar de qué hacer si el niño ya es un tirano, si ya lo tenemos en casa y estamos, o él cree que estamos, bajo su dominio.

Cuando el niño o adolescente ha empezado a ejercer cierta violencia filioparental, ya sea psicológica, o incluso física, es evidente que hay que hacer algo. Y hacerlo pronto. Gritos, golpes o patadas a las puertas, sillas y otros muebles, dan paso a insultos, amenazas y pueden llegar a las agresiones físicas. Y son, por tanto, los primeros indicios inequívocos que de hay que actuar. Como ya dijimos anteriormente, el problema es serio. Según la Fiscalía General del Estado, se estima que en 2014 el 9% de los padres había sufrido alguna agresión física de sus hijos y cerca del 40%, violencia verbal o emocional. Y las más de 10.000 denuncias que, según algunas fuentes, se produjeron en 2015 por casos de violencia filioparental son la prueba de que es necesario hacer algo cuanto antes, para evitar llegar a estos extremos.

Imagen de es.123rf.com
Lo primero que tenemos que admitir es que la situación no va a mejorar por sí sola. El niño no va a madurar de repente, no va a volverse respetuoso y responsable de la noche a la mañana porque sí. Muchos progenitores se refugian pensado que son solamente signos de inmadurez, que hay que esperar y darle tiempo. Pero no es cierto. ¿Por qué habría de cambiar un niño al que así normalmente le va bien? Aunque tenga broncas y enfrentamientos, suele conseguir bastante de lo que persigue: le dan todos sus caprichos (o la mayor parte) y no le exigen responsabilidades. Así que, ¿para qué cambiar? Pero, tanto para su educación, como para la dinámica familiar, es imprescindible poner remedio a esta situación.

Lo segundo que debemos aceptar es que, si se ha llegado a estos extremos, muy posiblemente no seamos capaces de arreglarlo nosotros solos. En la mayoría de las casos hace falta pedir ayuda a un especialista, normalmente psicólogo o psicóloga con experiencia en niños, adolescentes y terapia familiar, que podrá orientarnos y realizar las oportunas intervenciones, las cuales habitualmente exigirán la implicación de toda la familia, pues quien está afectado no es sólo el niño, sino toda la unidad familiar. Y es posible que se haya llegado a esa situación límite, no sólo por el comportamiento de niño tirano, sino por la respuesta de los demás miembros de la familia a las constantes demandas de ese niño. Si no conocemos a ningún psicólogo especializado en estos temas, es muy posible que nuestro médico de familia pueda orientarnos para encontrar a la persona adecuada.

También es importante convencerse (a ello nos ayudará el especialista) de que no se trata de buscar culpables, sino soluciones. No es infrecuente que surjan tensiones entre los miembros de la pareja, sobre la actuación de uno de ellos en la educación del hijo: "Le has consentido demasiado, tenías que haber hecho esto o lo otro, lo has mimado mucho..." Eso sólo agrava las tensiones familiares y empeora el día a día, además de que normalmente no es cierto, pues estos casos no suelen ser responsabilidad de una sola persona. Así que, insistimos, no debemos buscar culpables, sino soluciones. El especialista nos ayudará a identificar las causas y, sobre todo, a encontrar las respuestas que debemos dar a las distintas situaciones que se nos vayan planteando en esta etapa de cambio y mejora.

Y, una vez hemos decidido hacer algo y pedir ayuda, debemos aceptar que no hay soluciones inmediatas y armarnos de paciencia, pues normalmente este problema se ha ido gestando a lo largo de años y la intervención familiar llevará tiempo. Con suerte, sólo unos meses, pero es posible que más. Además de esa paciencia también tendremos que mantenernos firmes: los cambios y actuaciones en que nos vaya guiando el especialista tienen que ser un compromiso a largo plazo. Normalmente las primeras semanas serán difíciles, pues el niño tirano verá amenazado su estatus y puede reaccionar enérgicamente. Pero, si nuestra respuesta es firme y decidida, acabará por ir modificando sus exigencias y adaptándose a una nueva dinámica familiar en la que ganará él y todo su entorno cercano.

Por último, en casos extremos, no quedará más remedio que pedir ayuda a los servicios sociales. Aun cuando pudiera parecer una solución impropia de unos padres o un fracaso, lo cierto es que, a veces, es la última salida para conseguir el bienestar de todos: el niño y sus familiares. Y para evitar llegar a ella es muy importante actuar cuanto antes, con decisión y acudiendo a quien pueda facilitarnos el proceso. No olvides que pedir ayuda no es una declaración de debilidad, sino un acto de valentía.

Área de Psicología - Clínica Panaderos