“¿Te acuerdas cuando hablábamos todo seguido?”
Esta frase, oída en tono jocoso a una persona de mediana edad, revela sin embargo una preocupación creciente en nuestra sociedad. Aquella que deriva de la disminución de una capacidad imprescindible para envejecer con calidad de vida en un mundo como el actual, en el que la vejez se encara, en general, con buena salud. Las expectativas de los mayores se centran cada vez con mayor frecuencia en la realización de actividades que requieren una memoria en las mejores condiciones para poder efectuarlas, y por lo tanto, la conciencia de una disminución en esa capacidad es vivenciada, cuando menos, con una cierta ansiedad.
Por otra parte, los descubrimientos progresivos en enfermedades como el Alzheimer, cuya primera manifestación suele ser la pérdida de memoria, y su difusión a través de los medios de comunicación contribuyen a crear un estado de preocupación en la población que se libera también en frases humorísticas como la que escuchaba, no hace mucho a dos personas ante la dificultad que tenía una de ellas para recordar un nombre: “Es que el Alzheimer no perdona, muchacho...”.
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Ante esta situación, lo primero que hay que hacer es tranquilizarse No todas las dificultades de memoria son síntomas de esa enfermedad, ni siquiera tienen que ser constitutivas de enfermedad alguna. No debemos olvidar que la memoria es una de las facultades superiores más sensibles a cualquier estado de ánimo que tengamos. Así una sobrecarga de preocupaciones, o una situación de estrés, pueden, en un momento determinado, producir bloqueos que den la impresión de alteraciones de memoria, y una preocupación excesiva por esa cuestión contribuirá, sin duda, a agravarla. ¿Quién no ha tenido la impresión de no saber nada ante un próximo examen, o quién no ha olvidado algo alguna vez? Por eso, la primera actitud que debemos tomar ante la conciencia de que nuestra memoria falla, es la tranquilidad.
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Si el problema continúa y notamos que va a más, entonces es el momento de consultar con un especialista, que valore de manera integral esa cuestión y sus orígenes. Una vez realizada la evaluación neuropsicológica será el momento de poner remedio a través de ejercicios de rehabilitación bien planteados que, cuando menos, nos ayuden a mantener en forma y a paliar las deficiencias de nuestra memoria.
En esta cuestión, como en todas las de la vida, es más fácil prevenir que curar. Sobre todo si vamos entrando en años y se une el efecto del paso del tiempo sobre nuestras capacidades cerebrales. A veces, no lo olvidemos, es más perjudicial el temor a la enfermedad que la enfermedad en sí misma, y cuanto antes despejemos nuestras dudas será mejor y, sobre todo, nos ayudará a vivir la vida con una mayor calidad, que es, en definitiva, el fin hacia el que debemos caminar.
Dr. Vicente Fernández-Merino
Jefe de Servicio de Neuropsicología - Clínica Panaderos
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