Llevamos ya unas semanas desde que empezó el curso escolar y recordamos ahora un hecho que no es infrecuente en la consulta del oculista u oftalmólogo: unos padres que traen al hijo porque un maestro les ha dicho que el niño hijo no ve bien la pizarra. A veces es el propio alumno quien pide a su profesor sentarse en una de las primeras filas, porque, si no, no puede ver en encerado. Otras, es la maestra quien se da cuenta de que el niño fuerza la vista, entorna los ojos para ver mejor y, a veces, lo que copia en su cuaderno contiene errores que no son lógicos. En ese momento, ya existe un problema de visión que hay que corregir y por eso se va al oculista.
Pero, ¿es necesario acudir al oculista (y mejor si es un oftalmólogo pediátrico) cuando nos parece que algo no va bien? La respuesta es clara: no. Aunque no tengamos la sospecha de un problema de visión, es conveniente llevar a nuestro hijo a la consulta del oculista con regularidad, para que compruebe el estado de salud de los ojos del niño o niña. Puede haber problemas oculares que no son tan evidentes como no ver la pizarra, pero que están ahí. El especialista debería diagnosticarlos y tratarlos cuanto antes. En los ojos, como en cualquier otra parte del cuerpo, la prevención puede ser un eficaz aliado. AL igual que llevamos al bebé con regularidad al pediatra aunque no esté enfermo, simplemente para una revisión, a partir de cierta edad conviene llevarlo también al oculista.
¿Cuándo se debe empezar a llevarlo? Si no se observa ningún problema de visión, entre los 2 y los 3 años es una buena edad para su primera visita al oftalmólogo. Antes de esa edad, el pediatra al revisar a nuestro hijo, suele hacerle alguna prueba como la de seguir el dedo o una luz con la vista. Si observase algún problema, nos remitiría de inmediato al especialista. En caso contrario, si todo va bien y no hemos tenido que llevar al niño antes, la primera consulta al oftalmólogo es recomendable hacerla en torno a los 3 años, no más tarde. Y, a partir de ahí, si no hay ningún problema, una revisión anual nos garantizará que durante su crecimiento el niño o niña tiene un seguimiento adecuado por parte del especialista en oftalmología.
En todo caso, si la vista del niño no ha sido revisada por un oculista y observas alguno de los siguientes síntomas, conviene llevarlo a la consulta:
- Si se queja de dolor de cabeza, o de cansancio o molestias en los ojos (excesivo lagrimeo, escozor, etc.).
- Si se acerca demasiado al televisor, cuentos, etc.
- Si tiene dificultad para correr, parece torpe en algunos movimientos, se choca o se da golpes con cierta frecuencia.
En el caso de los bebés, alguno de los síntomas podría ser:
- El bebé no sigue con su mirada la cara ni la voz de los padres.
- Los ojos del bebé tiemblan o se desvían sin motivo.
- Los ojos no están alineados (al menos uno se desvía hacia dentro o hacia fuera).
- Las pupilas del bebé son demasiado grandes, demasiado pequeñas o son opacas.
Ante cualquier síntoma de estos, conviene visitar al oculista cuanto antes, sin alarmarse injustificadamente, pero sin esperar a que cumpla los tres años. Y, si no tiene ningún síntoma, mejor que mejor, pero, como hemos dicho, la prevención es importante.
Ya sabes: en torno a los 3 años la primera consulta y posterioremente una revisión anual, para el bienestar de tu hijo y para tu tranquilidad.
Área de Oftalmología Pediátrica de Clínica Panaderos
Cuídate y déjanos cuidarte!!!
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